lunes, 21 de febrero de 2011

Mateo 2, 1-12


Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel"".
Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: "Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo". Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

 Reflexión pastoral
El gran propósito de Dios en el mundo es que la humanidad se pueda realizar como familia de iguales sin clases. A pesar de su poder, este propósito no se ha cumplido porque en la tierra la humanidad se ha desconocido a sí misma como familia y ha hecho primar el individualismo ( patología del ego ) en sus relaciones, tal es el análisis que esconde la parábola del “hijo pródigo”.
A partir de este pecado ( errar el blanco), la tarea divina ha sido y es la conversión humana hacia su destino de grandeza, que el evangelio llama La Justicia del Reino de Dios.
Este mensaje de conversión ha estado y está presente de manera per-manente mediante multiplicidad de señales que el Creador va dando en la historia de la humanidad.
La historia de los magos de oriente guiados por la estrella de Belén que acabamos de leer en el evangelio de Mateo, es parte del arco de señales que Dios manifiesta para expresar el propósito de indicar en donde la gente debe mirarse para convertirse en verdadera humani-dad (familia fraterna).
En la tradición judía antigua se pensaba que las manifestaciones de Dios al mundo sólo eran válidas sin estaban mediadas por su cultura y religión, y cualquiera otra era tildada de falsa.
Es sorprendente pues que Mateo haya tomado la manifestación de Dios a los magos de oriente mediante la estrella, y le adjudique ga- rantía de divina al incluirla en su evangelio.
Es evidente que la comunidad sirio-palestinense de Mateo ha querido mostrar abiertamente a los judíos de su tiempo, que Jesús no es sólo un acontecimiento del pueblo de Israel sino universal sin propietario ya sea nación, religión o cultura.
Este nuevo paradigma que Pablo proclama a lo largo de sus cartas apostólicas, es lo que debemos descubrir las religiones del mundo en nuestro servicio al Dios creador que no puede ser encorcetado ni por individuos ni colectividades.
Este 2011 nos encuentra como comunidad de fe cristiana en pleno proceso interreligioso, convencidos de que vamos por la ruta correcta del plan salvífico del Padre junto a otras expresiones religiosas que humildemente se sienten servidoras y no dueñas del plan de Dios.
La lectura y reflexión de este relato mateano es una inspiración genial para que la Iglesia cristiana deje el sillón de autoridad al que se ha subido, imitando al judaísmo antiguo, y haga el acto de humil- dad que Dios espera de ella. Esta propuesta divina, magníficamente  la describe Jesús en la parábola de los invitados a la cena cuando aconseja sentarse lo más lejos de la cabecera para que sea el dueño de la casa quien decida donde debe sentarse cada cual para cumplir con su voluntad.
Que nadie crea que sentarse a la mesa del diálogo con las religiones es un acto de herejía, por el contrario es el acto de afirmación de fe más desafiante que podamos realizar, porque lo hacemos entre seres humanos que se comportan con la espiritualidad propia de los hijos de Dios.
Que gran momento para vivir con intensidad. Sigamos la estrella que nos guía al diálogo interreligioso para la “paz entre los hombres de buena voluntad”, esa estrella para los cristianos tiene nombre humano: Jesús de Nazareth.

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