sábado, 21 de mayo de 2011

Juan 10: 1-10 (13/05/11)

Otra Iglesia es posible.
Manolo

Juan 10: 1-10
 «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.  Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz».  Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.  Entonces Jesús prosiguió:
«Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.  El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir.
Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. 

Reflexión pastoral
Esta metáfora jesuánica la rescata Juan para su comunidad en riesgo de pérdida del sentido, a causa de conducciones pastorales interesadas en evitar la confrontación con los poderes que estaban diezmando con persecución y muerte a las comunidades de fe, seguidoras de Jesús.
El objetivo juanino con este relato es pues advertir que toda pastoral en la Iglesia que distorsiona la radicalidad del proyecto de Jesús, con el fin de evitar la persecución y el conflicto con el poder injusto, es robarle a la comunidad su razón de ser por lo tanto inaceptable.
No debemos olvidar que el gnosticismo, entendido como una corriente filosófica centrada en la búsqueda de un conocimiento superior, había ganado espacios importantes en la Iglesia. Los gnósticos enseñaban que tal conocimiento no era simplemente intelectual sino que era difícilmente accesible al cristiano común y corriente. Según el pensamiento gnóstico, al alcanzar el creyente tan extraordinario conocimiento, alcanzaba “la salvación” para el más allá, por esta razón quién quería lograrla debía tener un ascetismo extremo.
Esta pastoral filosófica alejaba a la Iglesia del proyecto de Jesús llamado Reino de Dios (Jesucristo era un fantasma, que no tenía cuerpo ni era de carne y hueso, sino que sólo parecía humano), y la acercaba a las corrientes griegas y romanas de carácter indivi-dual para las cuales la mundanalidad por ser inapropiada para el espíritu era una bajeza inaceptable y había que huir de ella.
La espiritualización a-histórica de la salvación es el gran triunfo de esta corriente hermenéutica, ya que si se pregunta entre los creyentes comunes acerca del significado de la salvación, la respuesta está reducida al “alma humana en el cielo”.
Los apóstoles que preservaban el movimiento histórico de Jesús han ido desapareciendo y por lo tanto las pastorales continuadoras fueron mutando hacia el mundo de lo esotérico (Oculto, reservado; difícil de comprender) cambiando totalmente el sentido original de la Iglesia como avanzada del Reino aquí y ahora.
Esta realidad incipiente es la que combate fuertemente Juan por el año 100 de la era cristiana y que se visualiza con el relato que hoy nos ocupa.
Nos queda a nosotros tomar esta advertencia sobre los liderazgos pastorales como palabra de Jesús, que una vez más insiste decirnos que la única puerta para la iglesia es él mismo y que su proyecto histórico de justicia restaurativa, DDHH, democracia y paz es para aquí y ahora.
Hay que poner a la Iglesia en función del Reino y evitar las tentaciones pastorales marketineras (hoy también “apostólicas”) que pululan por doquier, especialmente aquella que nos dice ser palabra de Dios revelada particularmente, que se autodefine llave mágica para el éxito, la prosperidad y el triunfo personal.
Como Jesús ayer, la pastoral tiene que radicalizar la militancia por el reinado de Dios y su justicia, y no dejar resquicios para los intentos reduccionistas de aquellas pastorales nueva era, que a pedido de una sociedad cristiana superficial, quiere a la religión sacramental como un remedio “llame ya” para la desesperación, que simplemente lo hacen porque ahí hay garantía de crecimiento y popularidad eclesial, como si esto fuese el objeto de la misión en el mundo.
Cuando Jesús dice en el relato que su proyecto es vida abundante para todos y todas, está definiendo la dimensión política de este, y que su vida pastoral en la tierra será reivindicada por aquellos seguidores, que como los primeros, actuaron “obedeciendo a Dios antes que a los sistemas opresores”.
La vida para ser abundante precisa justicia que logre que el mundo sea una fraternidad real sin opresores ni oprimidos, y la Iglesia está para luchar por esto, o “para ser tirada en el camino y pisoteada por la realidad injusta”. Ojalá resucite la pastoral del Reino que lleve a la Iglesia a su sentido. Otra Iglesia es posible.

lunes, 9 de mayo de 2011

Lucas 24: 13-35 (08/05/11)

Es mi oración porque el Espíritu que sopló, haciendo arder el corazón de los caminantes de Emaús, hoy repita su acción trasformadora en nosotros.
Manolo

Lucas 24: 13-35
13 Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, 14 e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, 16 pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.

17 El les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?» 19 «¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!»
Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. 20 Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. 21 Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desdeque sucedieron estas cosas.
22 En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, 23 pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.»

25 Entonces él les dijo: «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! 26 ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?»
27 Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas.
28 Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, 29 pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos.
30 Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. 31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. 32 Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
33 De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo.
34 Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.» 35 Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Reflexión pastoral
Una vez más el Evangelio de la resurrección intenta sugerirnos en que consiste esta experiencia, mediante un relato acerca de dos discípulos de Jesús, que con su decisión de volver de Jerusalén al pueblo de donde salieron, a causa de la desaparición física de quién les había creado la esperanza del Reino de Dios y su justicia, muestran que sus expectativas de revolución mágica por parte de Jesús se esfumaron, y por lo tanto ya nada hay que hacer en ese lugar.
Me parece interesante descubrir la evidencia de que en el grupo de seguidores de Jesús existían distintas concepciones acerca de lo que debía pasar en Jerusalen con la entrada de Jesús, proclamado continuador del rey David, en el Templo. Sostener que estos dos discípulos, que vuelven a lo de siempre, pensaban que Jesús de un modo glorioso o mágico haría la revolución que terminaría con la tiranía del Templo y de Roma, no es descabellado. Esta idea no contemplaba que Jesús era sólo el iniciador del movimiento y menos que ellos a partir de la muerte del Mesías, debían ser los continuadores del fuego encendido.
La actitud de regresar a lo de siempre, dejando a los otros discípulos sin su participación en la construcción de la comunidad pos-pascual, marca que el seguimiento de Jesús que hacían estos era interesado, basado en la misma concepción de aquella multitud espectadora  de los prodigios del profeta,  que cuando este hizo la multiplicación de los peces y los panes a favor de ellos y luego fuera al otro lado del lago, el gentío corrió desaforadamente con la expectativa de nuevas “magias”, a lo que el Maestro replicó en durísimos términos este seguimiento por el espectáculo.
En este relato nuevamente aparece el desagrado jesuánico hacia ese seguimiento irresponsable, en la sentencia disparada a los desertores: “¡Que duros de cabeza y lentos para entender son ustedes!”
De todos modos en el relato se reconoce que Jesús entiende la necesidad de que los discípulos pasen, a modo de su propia resurrección, a la categoría de militantes y para eso, vuelve a acercarse a ellos con las armas capaces de provocar la vida militante: Renovar la idea de que el pueblo de Dios debe encarnar el plan profético como estrategia de construcción de la justicia, entendida como la dignidad de todos y todas como imagen y semejanza del Creador; y también, mediante la fracción del pan, el compromiso solidario de construir la comunidad de iguales que se reúnen en torno a la mesa sin discriminación en donde el poder se pone a disposición de lo débiles.
Desde esta mirada se hace indispensable la reflexión y que esta se convierta en el espíritu vivificador, que resucite la militancia por el Reino de Dios y su justicia en cada uno de nosotros. La promoción de la comprensión cabal de que la justicia es el cimiento de la paz, y que esta justicia hay que construirla en cada generación, es la pastoral que está faltando en la Iglesia, que cada vez más se promociona a sí misma  promoviendo el espectáculo y la fastuosidad, dejando de lado ser una contracultura del sistema en el que prima la imagen por sobre el sentido.
Hay un grito profético que surge del pan partido por Jesús, dirigido a la Iglesia en retroceso. Ojalá sea oído de tal modo que como a los caminantes de Emaús, haga “arder el corazón” como signo de resurrección eclesial, y este fuego nos ponga de pie y en camino del plan eterno de Dios, porque Otro mundo es posible.

martes, 3 de mayo de 2011

Juan 20,19-31 (30/04/11)

Sin mística de la resurrección no hay Otro mundo posible.
Manolo
Juan 20,19-31:

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Reflexión pastoral

El texto de Juan leído, es una versión de cómo el resucitado Jesús instala en la comunidad desesperada, la mística de la resurrección que lo levantó a él mismo de la muerte.
Yo llamo mística a esa fuerza intangible que se encarna en toda construcción comunitaria de cualquier organización, que tenga que ver con que el mundo viva realmente la justicia, y por ende la paz.
Estoy convencido que Dios resucitó a Jesús porque este creyó que el Reino de los cielos es posible aquí y ahora. Esta mística de resurrección operando en Jesús, es lo que le permitió afrontar la tortura y la muerte sin vacilar, sabiendo que esta no era su final.
Los evangelios nos refieren que hubo un tiempo entre la resurrección de Jesús y su ascensión al cielo, que el resucitado ocupó para trans- mitir esa fuerza a su comunidad de seguidores encerrados entre cuatro paredes, tal como estar en el sepulcro. Es buena la paradoja que de aquí se desprende, ellos los vivos, en realidad están muertos, lloran al crucificado y muerto, que en realidad está vivo.
El texto juanino es un maravilloso relato novelado de cómo la puerta del sepulcro de la comunidad desesperada (muerta), es atravesada por la mística de la resurrección, encarnada en Jesús, para remover esta desesperación que tiene como primera expresión, la huída de Tomás.
La operación resurrección trabajada por la “primicia de los resucita-dos (Jesús)” tiene el propósito de que la comunidad desmembrada por la tragedia, vuelva a la vida. En la primera visita de Jesús la co- munidad tiene el hálito de la vida, pero su plenitud se da cuando To- más vuelve a sentarse a la mesa común, significando esto que comu- nidad plenamente viva es aquella que practica de manera concreta la democracia de todas las voces valorizadas.
Ahora bien, Tomás, si bien su silla no fue ocupada, al volver a sentarse en ella debe dejar que su subjetividad sea dominada por la espiritualidad de la resurrección, que ya es una experiencia de la comunidad insuflada por el Resucitado. No es posible la comunidad de fe (aún las no religiosas), sin que todos sean partícipes de la místi- ca que la gobierna.
Jesús no asciende a los cielos hasta que su comunidad no viva en plenitud esta dinámica básica, que le permita ser referencial y confiable.
¿Que nos interpela esta interpretación del Evangelio y las otras lectu-ras bíblicas que lo acompañan?
Primero, como individuos creyentes en Dios pero independientes de cualquier filiación comunitaria por la razón que fuese, debemos saber que la mística de la resurrección, mediante la que se alcanzan los ideales más altos a los que aspiramos, sólo es posible hacerla propia, sentados a la mesa democrática de aquella comunidad que comulga esos mismos ideales. Como Tomás, muchos creyentes individualmente tienen convicciones de que se necesita una revolución jurídica en el mundo que establezca un contrato social mundial basado en los DDHH de todos y todas los que pisamos este planeta, pero ven esto como utopía irrealizable porque justamente les falta la mística de la resurrección, presente sólo en las comunidades de fe en estos ideales. El gran mensaje de Juan es pues la participa- ción democrática responsable en la comunidad de fe que aspira a Otro mundo posible, ya que allí sopla el Espíritu de Dios la mística de la resurrección, que es el insumo básico para que esta comunidad
(ojalá universal) vea la utopía realizable.
Los creyentes debemos reivindicar con pertenencia responsable a la comunidad, como portadora de la mística para que Otro mundo sea posible.
Amén

Juan 20, 1-9 (23/04/11)

Con Jesús resucita la verdadera justicia, la de Dios que es segura y camino insustituible para alcanzar la PAZ, en el aquí, el ahora, el más allá y la eternidad.
Manolo
 
Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
–«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura : que él había de resucitar de entre los muertos.

Reflexión pastoral

La vida de Jesús en la historia es la vida perfecta (acabada según el plan divino), por lo tanto no podía ser retenida por la muerte.
Esta afirmación nos invita a ver al nazareno como paradigma indispensable a la hora de decidir, como comunidad humana, el camino para alcanzar la paz como estado permanente.
El Evangelio en sus cuatro versiones canónicas destacan a Jesús como el humano verdadero, y contracultura del modelo construido,basado en la realización individual e independiente.
Son numerosos los textos que se podrían citar para avalar lo expresado, pero no hay ninguno como los que relatan  la posición de Jesús frente a la tortura y la muerte, cuando estas fueron usadas para condenarlo, por no comulgar con la corrupción de los intereses de las clases dominantes.
Esta posición es la que define al hombre perfecto, es decir  aquel que se entiende a sí mismo no como centro sino parte de un todo.
Una y otra vez en el Evangelio Jesús dice a sus discípulos “es necesario que se cumpla el plan divino” haciendo alusión a lo dicho por los profetas de que el mesías (persona individual o comunidad), será aquél que da su vida enteramente por el reinado de Dios y su justicia, sin ninguna exigencia para sí a cambio (“Si quieres pasa de mi esta copa ( la tortura y la muerte) pero no se haga lo que yo quiero sino lo que tú”).
Muchas veces pensamos que mesías es un título honorífico reservado a personas cuasi-divinas con dotes celestiales, más Jesús nos enseña al mesianismo como servicio de alguien que en el nombre de Dios se niega a sí mismo, entendiendo esto al acto de dejar de ser centro para ser parte, y en esta posición, experimentar el gozo de ser útil a un plan trascendente en tiempo y espacio.
Para Jesús ser ungido (mesías) era un desafío permanente a su ego, tal como lo vemos en el relato de las tentaciones del desierto, es decir que en su fuero íntimo había una permanente batalla que librar y ganarle al acechante egoísmo.
Esta batalla ganada en todo el proceso desde Galilea a Jerusalén hizo de Jesús el “hombre perfecto”, que Dios resucita como signo de su agrado por el humano que se realiza sólo cuando es humanidad.
Es impresionante el valor del signo divino de resucitar a Jesús para nosotros hoy, llamándonos a una militancia por el bien común capaz de vencer la sociedad de clases. Esta militancia bien podríamos decir que es “ungida”, porque responde cabalmente a los designios divinos propuestos a los constructores humanos de la historia, que somos todos, en el jardín de Edén, según el relato del Génesis.
Para los militantes del reinado de Dios y su justicia, la resurrección de Jesús, entendida como veredicto de Dios, representa el triunfo de esta justicia sobre la juricidad del sanedrín y de la Roma imperial que extendida aún hoy mantiene legalizar lo injusto, porque está hecha considerando solo los intereses de los más fuertes.
Para nosotros, que Jesús haya sido resucitado por Dios nos indica cual es la verdadera vida humana, la que se juega porque la justicia del cielo sea realidad en la historia de los pueblos, y también nos da la fuerza necesaria para mantener viva la misión profética de una vida contracultural al sistema profundizador de la brecha entre ricos y pobres.

3-Oración ecuménica
 
- Para que la Iglesia dé testimonio de la resurrección trabajando siempre en favor de la vida, y de una vida digna y justa. Oremos.
- Para que todos los pueblos avancen en el camino de libertad, la justicia y la paz. Oremos.
- Para que el esfuerzo personal y colectivo de todos los que buscan una persona más humana y una sociedad más justa y fraterna, no resulte estéril. Oremos.
- Para que todos los que sufren las secuelas de la opresión, la violencia y la injusticia, encuentren más apoyo en nosotros para salir de su situación. Oremos
- Para que nuestra fe en la resurrección nos haga perder todo miedo a la muerte y renueve y profundice nuestro amor a la Vida. Oremos
- Para que la presencia viva de Jesús entre nosotros nos afiance en el compromiso con el Reino de Dios y su justicia. Oremos.

Oración comunitaria
 
Dios, nuestro Origen fontal, que nos llenas de gozo con ocasión de las fiestas anuales de Pascua. Ayúdanos para que, renovados por la gran alegría experimentada por la comunidad, trabajemos siempre por vencer a la muerte y hacer crecer la Vida , hasta que la experimentemos en su consumación plena. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro.