lunes, 18 de abril de 2011

Mateo 21: 6-16

La militancia por los DD.HH. de los pobres excluidos siempre acarrea en-frentamientos con las clases dominantes, en cualquier tiempo que se verifi-que esa acción religiosa (porque responde al mandato divino de que no hayan excluidos) y política (porque confronta con los poderes terrenales que los niegan escandalosamente), y estos enfrentamientos pueden llegar al de- rramamiento de la sangre de los militantes (el caso de Jesús).
El Salmo que leeremos hoy con gran emoción describe el grito militante, que clama ser acompañado por el Padre en la experiencia del despojo de la dignidad por parte del poder opresor.

Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24
Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere.»
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.

Mateo 21: 6-16
Los discípulos se fueron e hicieron como Jesús les había mandado.  Le trajeron la burra con su cría, le colocaron sus mantos sobre el lomo y él se sentó encima.
Había muchísima gente; extendían sus mantos en el camino, o bien cortaban ramas de árboles, con las que cubrían el suelo.
Y el gentío que iba delante de Jesús, así como los que le seguían, empezaron a gritar: «¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto de los cielos!»
 Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó y preguntaban: «¿Quién es éste?» Y la muchedumbre respondía: «¡Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea!»
Jesús entró en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo. Derribó las mesas de los que cambiaban monedas y los puestos de los vendedores de palomas. Les dijo:
«Está escrito: Mi casa será llamada Casa de Oración. Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones.»
También en el Templo se le acercaron algunos ciegos y cojos, y Jesús los sanó.
Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley vieron las cosas tan asombrosas que Jesús acababa de hacer y a los niños que clamaban en el Templo: «¡Hosanna al hijo de David!». Estaban furiosos
Sal 8,3 y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen ésos?» Les respondió Jesús: «Por supuesto. ¿No han leído, por casualidad, esa Escritura que dice: Tú mismo has puesto tus alabanzas en la boca de los niños y de los que aún maman?»

Reflexión pastoral
El proyecto liberador de Jesús, llamado por él Reino de Dios y su justicia, era y es todavía hoy una actualización del proyecto profético vetero/testamentario sostenido desde Moisés en el decálogo, y puesto al día por el deuteronomista del tiempo del rey de Israel, Josías.
Este proyecto fue dejado de lado por la elite sacerdotal, refugiada en el templo, que impuso su propio modelo basado en la pureza ritual religiosa, por la cuál había que pagar con animales para el sacrificio (negociados por el mismo templo), y que para poder mantener los privilegios que de esta profesión emanaban, en un contexto de dominación imperial, tuvo que tranzar con Roma ( rey Herodes les construyó el templo) un sometimiento en el que el templo no fuera destruido, a cambio de prestarse a salvaguardar al Imperio de sublevaciones y alzamientos de los judíos oprimidos.
Fue así que el sacerdocio era más agente del orden romano, que servicio al pueblo en la presencia de Dios en la Casa de oración.
En este marco es que Jesús retoma el proyecto profético y conforma su mo- vimiento de pobres, excluídos  y declarados impuros con los que luego de su formación, se dirigió al Templo para su liberación como espacio de ora-ción y animación de las ideas libertarias, propias del pueblo de Israel.
El Evangelio de hoy, domingo de ramos, nos impone cómo fue esta entrada de Jesús en la ciudad y su acción subversiva posterior en el Templo, para que las celebremos a pesar del final cruento que tuvo, pero más que nada para que sepamos cual es la responsabilidad que asumimos los que nos deci- mos seguidores o discípulos de Jesús, cuando profesamos la fe en El como camino, verdad y vida, de ser veedores de la justicia en la tierra a fin que esta cumpla su realización de un mundo de paz.
Hoy la juricidad implementada para asegurar las diferencias de clase social,
la propiedad privada, la ética del capitalismo y otras relaciones de poder totalmente injustas, es como la abdicacion de los sacerdotes del Templo jerosolimitano, que en vez concebir con la mente de Dios a la justicia como restauradora de la igualdad, la vendieron al servicio de la persecución y condena de los transgresores de los intereses de la clase social dominante.
Tristemente estas normas jurídicas injustas y contrarias al proyecto de Jesús, porque no tienen a la paz para todos en la mira, son naturalizadas por muchos quienes se declaran cristianos, y peor aún, se refugian en la religión como neutralidad alienante, creyendo con ello preservar el nombre de Dios tres veces Santo.
Para estos cristianos un Jesús subversivo del status quo como el que entra en Jerusalen es intolerable, por lo tanto hay que cambiarlo por aquél que misteriosamente va al Templo para que lo maten, y así cumplir con el designio divino del derramamiento de la sangre inocente para satisfacer la furia de la divinidad por la humanidad, a causa de su pecado.
Nosotros quisiéramos, en este domingo de ramos, llamar la atención del poder mundial y su injusta construcción jurídica, parafraseando a Jesús en su expresión “…mi Casa será llamada casa de oración… a la que han convertido en cueva de ladrones”, y decir “…la justicia del Cielo es para la paz y ustedes la han convertido en una razón para la guerra”.
A la vez hacer un llamado a las religiones al compromiso por una práctica de la justicia, que a semejanza del Dios de la misericordia, contribuya a considerar que todo ser humano es criatura de Dios y por lo tanto con una dignidad propia, que de ninguna manera puede pisotear ninguna norma jurídica.
Nos ofrecemos humildemente al diálogo entre las religiones de buena voluntad, capaces de una nueva reflexión frente al avance del individualismo legalizado, y jugar el papel profético que en los distintos textos sagrados se nos reclama como personas de fe en Dios y en la vida digna para todos y todas.
 

martes, 12 de abril de 2011

Juan 11,1-45 (09/04/11)

La resurrección: Signo del reinado de Dios y su justicia restauradora. Abrazo
Manolo

En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.]
Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: "Señor, tu amigo está enfermo." Jesús, al oírlo, dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella." Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: "Vamos otra vez a Judea."
[Los discípulos le replican: "Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?" Jesús contestó: "¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto, añadió: "Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo." Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, se salvará." Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa." Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: "Vamos también nosotros y muramos con él."]
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano.] Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá." Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará." Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día." Jesús le dice: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."
[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: "El Maestro está ahí y te llama." Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano."]
Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,] sollozó y, muy conmovido, preguntó: "¿Donde lo habéis enterrado?" Le contestaron: "Señor, ven a verlo." Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: "¡Cómo lo quería!" Pero algunos dijeron: "Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?" Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: "Quitad la losa." Marta, la hermana del muerto, le dice: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días." Jesús le dice: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado." Y dicho esto, gritó con voz potente: "Lázaro, ven afuera." El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: "Desatadlo y dejadlo andar."
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Reflexión pastoral
El Reinado de Dios y su justicia fue el anuncio de Jesús que registran los Evangelios para la humanidad de todas las generaciones y todas las latitudes,
y a ello entregó su vida de manera total.
Los evangelios, escritos en distintas fechas pos-pascuales, son composiciones que fueron producidas para mostrar cuales fueron las maneras que Jesús empleó para explicitar en que consistía dicho reinado divino.
Juan evangelista expresa que Jesús difunde las características del Reino mediante signos y señales que sus seguidores debían desentrañar para luego incorporar en su testimonio al mundo.
El relato de la resurrección de Lázaro entonces es una señal o signo, que Juan incluye en su testimonio, para ilustrar a la comunidad de fe en el seguimiento de Jesús como este encarna la justicia restaurativa, original del Reino de Dios, como insumo básico para la construcción de la nueva comunidad humana en paz.
Los sistemas de justicia que se han desarrollado en el mundo tienen como piedra angular o fin en si mismo penalizar, al término de un juicio, a las personas que cometen delitos por iniciativa propia o inducida. A la vista está, que lejos de encontrar la paz lleva este camino.
La propuesta de Jesús es que el mundo actúe a semejanza del Padre identificando a la justicia como instrumento restaurador, y así el mundo pueda ver la gloria de Dios en la resurrección de los condenados, dominando la tierra.
La concepción bíblica de la muerte como penalización del pecado es contrapesada por Jesús con su propuesta del Reino, que tiene a la justicia de la resurrección como restauradora del supremo valor de la vida en plenitud de los “muertos en sus delitos y pecados” para todos los seres humanos del planeta.
Cuando en la tierra la justicia no se agote en la pena de los transgresores de la ley sino en la instalación de la paz mediante la resurrección (restauración en plenitud) de los condenados, recién entonces el Reino de Dios estará cerca.
Por supuesto que para esto es necesaria una nueva mente, la del Dios de Jesus, que promueve la esperanza en una nueva humanidad, no de otro planeta,
sino de aquí, transformada por el ágape generalizado de todas y todos desde la conciencia fraternal aflorando al final del día individualista, en el que la justicia sólo concibe el “ojo por ojo y diente por diente”.
La mente de Dios en los humanos es la propuesta de las comunidades religiosas no soberbias, que se prestan al Reinado de Dios sobre la tierra porque saben que este las trasciende, por lo tanto no son autoreferenciales sino compañeras de búsqueda entre todas las de buena voluntad de la nueva conciencia que haga realidad OTRO MUNDO POSIBLE

Juan 9,1-41 (01/04/11)

Para cristianos en capacidad de vislumbrar que Otro mundo es posible. Que jesús unte con el barro de la tierra nuestros ojos.
Manolo


En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo."
Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado." Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo."
[Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé."]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta."
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él."
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder."]
Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él.
[Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste."]

Reflexión pastoral

Lejos de alentar una práctica eclesial mágica, este texto juanino es un relato para mostrar la autoridad profética de Jesús, catalogado por el evangelista en el principio de su documento como el “Verbo era Dios que habitó entre nosotros”, frente a las autoridades del Templo perimidas e inoperantes en la solidaridad con los menoscabados, como el ciego de la historia.
Visto este acontecimiento desde el interés de Juan, no caben dudas acerca de cuál es la misión de la Iglesia seguidora de Jesús en la historia pos-pas cual, que los oprimidos recuperen la vista para discutir el poder de los opresores.
La presentación de Juan que hoy nos ocupa en esta cuaresma, es un llamado de atención a la Iglesia en misión que no debemos desaprovechar para recuperar autoridad moral(como la iglesia primitiva), en medio del descreimiento generalizado (cuando no creencia en contra) acerca del propósito liberador de la comunidad de fe en Jesús histórico.
Es por esto que no debemos ahorrar tiempo en esta reflexión, si la misma desnuda las miserias que acarreamos desde que nuestra lectura del Evangelio ha sido sólo sacramental, y no vivificante del discipulado radical de Cristo.
Este aprovechamiento del tiempo cuaresmal colectivo, no sólo individual, traerá a nuestras conciencias la necesidad de cambios profundos en el ser Iglesia al servicio del Reino de Dios y su justicia, que redundarán directamente en las cegueras del mundo, trayendo una nueva mirada más humana, como sellada con la imagen y semejanza de Dios creador.
Salir de la ceguera es el deseo de Dios expresado en Jesús por Juan en su evangelio, razón por la cual, seguir en la ceguera es un acto de soberbia insultante que creo no deberíamos desconocer, a riesgo de pertenecer al grupo de lo calificados por Jesús como pseudos-videntes.  
Con esta consigna, las comunidades cristianas integradas en la Iglesia del Cristo de Dios, construyen (o deben) una agenda destinada a generar el mismo debate, que por indicación de Jesús, propició el ciego sanado.
Lo original del relato es que la clase dirigente (Moisés-Aarón) de los hebreos (o israelitas) luego judíos, otrora gentuza insignificante, cuando tuvieron conciencia de su dignidad le discutieron el poder al faraón del Egipto imperial hasta ganar su liberación, ahora son parte de las estructuras del poder concesionado por los romanos y lejanísimos a las miserias del pueblo oprimido.
Con este antecedente, hoy una cuaresma eclesial es un verdadero desafío ya que nos puede poner, fruto de una lectura histórico-crítica del Evangelio, en vez del camino de la liberación (del ver) como agentes funcionales al poder opresor, con una agenda del “status quo” inservible para el marco local y mundial de opresión, injusticia y desigualdad.
¿Como se verifica una Iglesia del “status quo”?
Cuando decimos fuera del contexto jesuánico aquello de: “siempre habrá pobres”, estamos justificando la marginalidad como efecto indeseado del sistema sacralizado de libre mercado, y frente a esto a los “ciegos” (los excluidos) se los provee de bastón para desenvolverse en la oscuridad, pero nunca de ideas (nueva visión) revolucionarias como las del Reino de Dios, nuestra agenda es neutra y por lo tanto, al decir del Apocalipsis, “vomitiba” al gusto del Señor.
Cuando tomamos los valores occidentales, por ejemplo de propiedad privada, justicia retributiva, sociedad de clases, y solidaridad opcional como íconos sagrados y los difundimos como cristianos, nos inscribimos al servicio de un modelo individualista totalmente ajeno al proyecto de Jesús que nos coloca en la perspectiva divina de verdaderos desconocidos, que Jesús marcó a sus discípulos preguntándoles: “¿ y ustedes de quienes son?”.
En la Cuaresma la Iglesia lee el evangelio, ¡ojalá! nuestros ojos sean abiertos al plan de Dios encarnado en Jesús, y seamos a la vez como él apertura de nuevas visiones en el mundo que nos lleven a la justicia y paz verdaderas.