martes, 5 de julio de 2011

Mateo 11,25-30 (02/07/11)

En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vues- tro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera

Reflexión pastoral
Este es un texto que en su contexto de esclarecimiento acerca del mesianismo profetizado a Israel, hace una proclamación del Padre Dios en su preferencia por el pobre, de los cuales Jesús es por anona-damiento EL POBRE al que le ha sido entregado todo el don y poder de Dios, constituyéndolo en el descanso de la opresión para todos los pobres.
Esta perspectiva de que el Mesías, entendido como liberación del pueblo oprimido, surje desde abajo es una crítica explícita a la aris-tocracia del templo, y de cómo esta es desautorizada  en el plan sal-vífico del Señor, y también de cómo los pobres de Yavé no pueden esperar nada de ella para su liberación.
Que el pobre se asuma sujeto de la liberación, es una definición im-portantísima para concebir el futuro del movimiento de seguidores de Jesús presentes en este escenario de formación descripto por Mateo,  que  hoy la Iglesia debiera releer para recuperar su razón de ser y fi-delidad al proyecto de Reino de Dios.
Es aquí donde nos paramos hoy como comunidad de fe, que con  Je-sús en medio, se pone al servicio de la justicia restaurativa para que sea descanso de la humanidad postergada, en su necesidad de auto-nomía y emancipación para construir el otro mundo posible sin opre-sores ni oprimidos, y poder hacerlo en paz. Esta justicia en boca de Jesús desprecia la legalidad injusta de los “sabios y entendidos” expresada en la naturalización de una sociedad de clases (unos arriba y otros abajo) impuesta por la fuerza, y la Iglesia que la encarna y promueve contra viento y marea se identifica con los cansados y atribulados de la legalidad sin justicia y con ellos asume con humil-dad y mansedumbre de sierva, el yugo de cargar la construcción de la paz sin esperar que caiga de los de arriba.
La Iglesia primitiva es un claro ejemplo de este comportamiento de una práctica igualitaria bajo el mandato de la justicia del Reino, aún en un contexto de persecución y exterminio, perdiéndola tiempo des-pués en cuanto dejó la humildad y la mansedumbre como identidad entre los oprimidos para pasarse al modelo de rango, cátedra y domi-nación, claramente rechazado por el Dios de Jesús en el evangelio de hoy.
Así las cosas el texto nos interpela a recuperar la mística de la prime-ra hora eclesial, evitando querer quedar bien “con Dios y con el dia-blo” haciendo como si, pero no tanto tan presente hoy con el discurso del “pare de sufrir” dejando la pobreza de los oprimidos subiéndose al colectivo numeroso de los “migajeros” del sistema injusto, que venden la militancia por “un plato de lentejas”.
Hay un llamado pues del texto a proclamar la fe de la Iglesia en el Mesías de la justicia restaurativa, y a partir de esto tomar conciencia de la opción por los excluídos para construir desde allí el gran des-canso para todos y todas que significa el Reino de Dios y su justicia.
Transcribo una mirada de Souza dos Santos sobre este asunto con el fin de iluminar nuestro presente cargado de imperativos impostergables.
“El modelo de desarrollo basado en el molde consumista-destructivo del capital, resulta claramente incompatible con la sobrevivencia de la humanidad. El capitalismo globalizado, expresión máxima de esta civilización occidental [Boff], hace aguas. No puede mantenerse; hacerlo equivaldría a extender y profundizar la producción destructiva de la sociedad y la naturaleza. Hoy, cuando la crisis de los capitales expone sus deficiencias a las conciencias de la humanidad, sería un contrasentido continuar sosteniendo que tal especulación, saqueo y guerrerismo ‑que abonan la escandalosa riqueza y abundancia de quienes constituyen el corazón del capital global y sus entornos cercanos‑, es condición o premisa para el cambio y el progreso sociales. Sin embargo, la constatación de esta realidad no implica su superación. El desafío consiste, en este sentido, en buscar nuevas alternativas de desarrollo basadas en una nueva concepción del mundo, es decir, de la relación humanidad-naturaleza. En base a ella será posible construir y apostar a una concepción de desarrollo ajena al esquema impuesto por el poder”.

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