martes, 5 de julio de 2011

Éxodo 34,4b-6.8-9 / Corintios 13,11-13 / Juan 3,16-18 (18/06/11)

Éxodo 34,4b-6.8-9 
En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él, proclamando: "Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad". Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: "Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.”.

2 Corintios 13,11-13 
Hermanos: Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.
Juan 3,16-18  

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Reflexión pastoral
La celebración de la Trinidad nos permite la reflexión de cómo la humanidad puede tener esperanza de una sociedad universal domina-da por la justicia y la paz, manifestando así su madurez.
En este sentido van los textos bíblicos de este día, conmemorativo de Dios en tres personas.
La esperanza en que Otro mundo es posible debe ser alimentada a diario en el corazón de aquellos que militan esta causa, y a su vez estos contagiando en la sociedad humana el destino de grandeza que esta tiene, si es capaz de imitar la sociedad divina del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
La primera cosa que se necesita desde la perspectiva cristiana a fin de llegar a una humanidad madura (“vida eterna” en el argot de Juan teólogo), es saber en que consiste dicha madurez y como alcanzarla, a lo cuál las lecturas de hoy responden puntualizando que el horizon-  te humano como sujeto co-creador  con Dios en la construcción de la paz, es la práctica de la justicia restaurativa, entendida esta como legalidad consensuada para asegurar la plena realización de los individuos, y a la misma vez de todo lo creado (“bien vivir”)  tal como ocurre en el seno de la Divinidad trina (una y plural).
Desde esta mirada, la plenitud humana no puede sólo concebirse en términos de avance científico, y económicos tal como piensa el “mercado” y su modelo de crecimiento y consumo ilimitados, basados en la competencia de los actores, sino y fundamentalmente, en la vigencia icuestionable de la justicia restaurativa de la fraternidad cooperativa (mito edénico), y esta entendida como igualdad de dignidad y diversidad funcional, tal como sugiere la Comunidad trinitaria Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que el proyecto de Reino de Dios plantea a esta perfecta Comunión, como paradigma de la paz real y verdadera.
El cristianismo de Jesús histórico proclama hoy al interior de la Iglesia , aprovechando la festividad, una conciencia del Dios trino no como dogma sino como experiencia para la salvación (realización) de lo humano mediante la koinonía, que ayude a que la comunidad de fe salga de la teorización filosófica del misterio trinitario y se constituya en actora militante de esta koinonía salvífica que nos propone el texto bíblico, mediante la práctica de los códigos del amor ágape propios del Reino de Dios (solidaridad, negación del yo y promoción del nosotros, cooperación, humildad, misericordia, espiritualidad (patentización de la “imago dei”), diálogo constructivo, templanza, lamento, mansedumbre, hambre y sed de justicia, intenciones transparentes, entrega incondicional, autodominio, fe), anunciados por Jesús a lo largo de su misión en la tierra, enraizado en los profetas.
Todo el diálogo jesuánico con Nicodemo, que refiere Juan en el tercer capítulo del evangelio, está atravesado por caracterizar a Dios hablando encarnado en el Hijo (Jesús) en la atmósfera del Espíritu para que Nicodemo, en este caso metáfora de la Iglesia sin sentido, pueda leer a Dios de una nueva manera (“debes nacer del Espíritu”), y desde allí aprender que la salvación, de la cual es maestro, es por la fe (expresión de humildad) y práctica de la justicia del Reino de Dios aquí y ahora.
Es decir que Dios trino es presentado por Juan a la Iglesia como paradigma de perfección comunitaria igualitaria funcional a la vida eterna para todos y todas, a fin que esta se apropie de dicho paradigma viviéndolo cada día en el diálogo ecuménico amplio, interreligioso, intercultural, con sentido salvífico, sabiendo que la esperanza de un mundo maduro es totalmente posible.

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