jueves, 15 de septiembre de 2011

Mateo 18,21-35 (11/09/11)

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

Reflexión pastoral
Cada vez que Mateo inserta a Pedro en el diálogo con Jesús es poner en diálogo al Maestro con la iglesia (Pedro es figura de ella) en formación y a la que quiere explicarle de donde vienen las características que  la constituyen en avanzada del Reino de Dios, y también del sistema de justicia propio de este. Este texto se suma a los de anteriores domingos, todos los cuales, a partir del diálogo Jesús-Pedro, van dando los fundamentos jesuánicos para las reglas a implementar que  lleven a la Iglesia ser una comunidad alternativa a lo conocido, y que despierte la conciencia que Otro mundo es posible.
Una comunidad como la eclesial, basada en los dichos de Jesús según Mateo en este texto y los paralelos sinópticos, es una cultura que no agenda la penitencia como método justicia, sino que busca incesantemente (“setenta veces siete”) la restauración de la armonía con la lógica divina, presentada en este texto en forma de parábola en la que un súbdito (sociedad) es perdonado por el rey (Dios) sin pagar la deuda(“un siervo del Rey que debía…”). Hasta aquí la parábola hace un planteo exagerado para mostrar a un Dios que da infinitas oportunidades a sus criaturas y que espera de ellas un comportamiento similar pero no estas criaturas organizadas en sociedad casi perversamente, se constituye ahora en una persona jurídica “legalmente” punitiva (“agarrándolo lo estrangulaba”) de alguien de su
propia condición.
Este texto, afín con el de Juan en el relato en que Jesús salva a la mujer adúltera del apedreamiento, es tan gráfico en su radicalidad perdonadora, que difícilmente pueda ser comprendido por una sociedad que naturaliza las penas contra los delincuentes sin tener en cuenta otra lógica.
Aún diciéndonos hoy cristianos nos cuesta horrores pensar una sociedad  sin
cárceles y miles de métodos de castigo, ya que entendemos estos andamia-jes como naturales, correctivos y más, como autorizados por Dios.
La verdad es que para aceptar la racionalidad del Reino de Dios se necesita de una fe que  pueda “decir al monte: ¡échate al mar!” con la convicción propia de aquél que lo propuso, Jesús de Nazareth, esto es ser cristiano.
Jesús espera de su comunidad, al servicio del Otro mundo posible, que por lo menos ponga en discusión la legalidad actual, confrontándola con la propuesta del Reino de Dios y su justicia y que se haga con convicción, pero no, ya que hoy en el mundo millones de personas son condenadas a la muerte por una sociedad tan perversa como el súbdito de la historia mateana, sin que se nos “mueva un pelo”, institucionalmente hablando, por preguntarnos si la cosa debe ser así.
La cultura occidental globalizada que construye más cárceles que viviendas debe saber que su perversidad es el más férreo obstáculo a la ansiada paz y que sin conversión la utopía de un mundo distinto es una quimera.
Ojalá surja de entre nosotros una comunidad de fe que como Jesús, sea ca-paz de replantearse el Evangelio como práctica de convivencia ecuménica  ayudando en el diseño de la humanidad como familia mundial, basada en la conciencia de que Dios nos ha perdonado para que también entre nosotros nos perdonemos para la paz.
  
3-Oración ecuménica.
-  Por la Iglesia, para que sea signo permanente de reconciliación en el mundo y lo haga evidente empezando por ella misma. Oremos.
- Por los gobiernos de los pueblos, para que promuevan un orden social justo y respeten el derecho a la vida y a la libertad de todos los ciudadanos. Oremos.
- Por las diferentes legislaciones del mundo, para que en todas ellas se elimine la pena de muerte, se aplique una justicia igual para todos y se favorezca el perdón y la reinserción social. Oremos.
- Por todas las personas, para que colaboremos en crear un mundo mejor en el que seamos capaces de entendernos desde la igualdad y la justicia. Oremos.
- Por todos los que han sido ofendidos de cualquier manera, para que sepan perdonar y olvidar, y así fomentar un mundo en concordia, paz y justicia. Oremos.
- Por todos nosotros, para que vivamos en actitud permanente de perdón y la ejerzamos con generosidad. Oremos…
Dios, Padre nuestro, Madre nuestra: haz que descubramos la importancia que tiene para nuestras vidas el sabernos y sentirnos perdonados y perdonadas por Ti, de manera que también perdonemos de corazón a quienes que nos han ofendido. Por Jesucristo.
Oh Dios, creador del ser humano, fundamento de la Existencia, del Amor y de la Gracia; acrecienta en nosotros y nosotras la conciencia de tener nuestros fundamentos en tu Amor, para que habiendo optado radicalmente por el Bien y por el Amor, vivamos libres de toda culpabilidad malsana. Por Ti, que eres el Amor, la Reconciliación y la Gracia.

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