miércoles, 30 de marzo de 2011

Mateo 17,1-9 (19/03/11)

Para vivir la Paz,¡escuchémonos!
Manolo

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis."
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”

Reflexión pastoral
Para la comunidad de Mateo, que nos deja este testimonio, era muy importante poner a Jesús en el rango de profeta de Dios, con autori- dad en quién confiar el destino de la nación (Israel) y el mundo.
Para esto su Evangelio traza un paralelo entre Moisés, el indiscutido profeta-legislador y Jesús de Nazareth, teniendo en cuenta que todo referente para el pueblo judío debía manifestar ciertas características exclusivas que demostraran que el mensaje expuesto era de proce- dencia divina.
Tanto el relato de las tentaciones en el desierto como el presente de la transfiguración, deben ser considerados a la luz de este interés mateano de justificar la autoridad de Jesús como el Cristo de Dios para la nueva liberación de los pobres de Israel, emprendida por Yavé desde los días de la liberación de Egipto. Pareciera como si el signo del resplandor glorioso de Dios manifestado en Jesús, hubiese sido una necesidad del pueblo judío pobre y excluido, para poder abiertamente afirmar su obediencia y seguimiento comprometido del Nazareno, y proclamarlo justificadamente Mesías de Israel.
Al concretarse en la cumbre de la “montaña alta” esta demanda, se satisface dicha expectativa y libera de las dudas acerca de la proce- dencia de la autoridad de la palabra proclamada.
Para los primeros cristianos este signo vivido por Pedro, Santiago y Juan fue fundamental para la causa del Reino de Dios y su justicia, ya que esta experiencia animó la certeza de la cercanía del mismo y por ello el entusiasmo, aún en medio de grandes dificultades, de hacer presente en el aquí y ahora el Otro mundo posible que les auguró Jesús en el Sermón de la montaña, si ellos se comprometían fielmente en su construcción.
¿Es posible hoy la mística de los primeros discípulos de Jesús para hacer realidad el proyecto del Cristo de Dios en nuestro tiempo?, sólo si recuperamos en nuestros confundidos oídos la consigna divina del monte de la transfiguración: “Este es mi Hijo predilecto, ¡escúchenlo!”.
En este sentido la Palabra de Jesús, que es palabra de Dios, se actuali za encarnándose en los excluidos migrantes, sin tierras, desplazados de sus culturas, indocumentados, trabajadores precarizados, pueblos originarios, etc. que en su condición de personas sin derechos reconocidos le manifiestan a la Iglesia de Cristo el desafío de una verdadera justicia que no es otra que la del Reino de Dios, común a todas la religiones del mundo.
Escuchar al Hijo de Dios hoy implica un diálogo interreligioso, social y político amplio sobre los grandes temas de la humanidad, sus sufrimientos y anhelo de paz verdadera.
La comunidad religiosa que sólo se oye a sí misma muestra a Dios como su posesión, por más que proclame un discurso de sujeción a él, tal como ocurrió en la montaña con la propuesta de Pedro de construir cabañas para quedarse con la Palabra de Dios encerrada en un solo ámbito, y desde allí mandar.
Sabiamente Jesús se negó a semejante fundamentalismo desestiman-do la idea con un lacónico: “Levántense, no tengan miedo”, a qué si-no al debate que les esperaba abajo con el poder dominante.
Que esta Cuaresma propicie en los cristianos bajar de la montaña se-gura, e involucrarse en la causa universal de la justicia restaurativa que es Palabra de Dios para todas las generaciones.

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