lunes, 6 de junio de 2011

Mateo 28,16-20 (04/06/11)

El Evangelio es la llave para otra Iglesia posible
Manolo


Mateo 28,16-20 
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo."

Reflexión pastoral
Las comunidades cristianas primitivas pos-pascuales debían tener la certeza del origen fidedigno de su razón de ser como militantes del proyecto profético que les demandaba la vida misma a cada instante.
Esta necesidad hizo que el evangelio se comportara como documento leído en cada reunión de la ecclesía local, para asegurar a los que conformaban la comunidad, que su entrega personal y colectiva por hacer una nueva cultura sin opresores ni oprimidos valía la pena, y también respondía al deseo de Dios.
Quienes redactaban estos escritos pues recogían esta responsabilidad con verdadera pasión, y volcaban en ellos la fuerza mística que poseían en sí mismos los acontecimientos que contaban.
En este sentido el pasaje de Mateo de la ascensión de Jesús es una muestra de cómo la comunidad sirio-palestinense del apóstol fue conmovida por el testimonio de este relator, acerca de su experiencia de despedida con el Maestro. Con sólo saber de la historia de esa comunidad, y la entrega de la que hizo gala por el reinado de Dios y su justicia, no caben dudas del efecto espiritual (convicción de criatura creadora y transformadora a semejanza divina) que tuvo el mandato de Jesús dado en ese momento, el de su ascensión.
En fin, de lo que se trata hoy es de recuperar la mística por el reinado de Dios y su justicia mediante la memoria de Jesús el hombre realizado que el evangelio cuenta, con la fuerza oculta pero a la vez evidente del Espíritu.
Para alcanzar la espiritualidad necesaria que produzca un comportamiento revolucionario al interior de la Iglesia actual, es imprescindible una pastoral como la de Mateo para contar la vida de Jesús en el plano histórico, sin las distracciones del dualismo agnóstico que hacen perder el rumbo a la comunidad para el aquí y el ahora.
Hay mucho por hacer en este sentido dentro de la misma Iglesia rescatando “discípulos” de entre quienes se entienden, a causa de una pastoral agnóstica, como “clientes de lo religioso”. Este cambio de estado propuesto por el evangelio de hoy al decir: “hagan discípulos” (militantes) y no otra cosa , es un desafío por concretar, con estos rescatados, una contracultura  radical a lo ya conocido que impera con la fuerza de la cultura del libre mercado, donde los fieles transaccionan con Dios sus “bienes” (salud, prosperidad, ausencia de problemas, etc.) a cambio de ofrenda, adoración, cumplimiento ritual, etc.
Es decir que la espiritualidad dentro de la comunidad de Mateo era entendida como militancia concreta de lo enseñado por Jesús acerca del Reino de Dios y su justicia, mientras que hoy parece espiritual aquella comunidad que está “mirando al cielo” para descubrir los secretos de Dios guardados y que una vez encontrados son el camino del éxito.
Nuestra pastoral se propone el desafío de concretar una comunidad militante por la justicia y los DDHH, ya que estos, y no otros, son los signos de la espiritualidad humana mostrados por Jesús a lo largo de su militancia por lo profético y que en su ascensión llamó a los seguidores “guardar” lo por él “mandado”.
En vísperas de la celebración de Pentecostés tomamos muy en serio el mensaje de la Ascensión porque si no hay militancia por el Reino no hay visita del Espíritu.
El evangelio una vez más es la llave que pone a la Iglesia en su camino para que Otro mundo sea posible.

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