lunes, 9 de mayo de 2011

Lucas 24: 13-35 (08/05/11)

Es mi oración porque el Espíritu que sopló, haciendo arder el corazón de los caminantes de Emaús, hoy repita su acción trasformadora en nosotros.
Manolo

Lucas 24: 13-35
13 Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, 14 e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, 16 pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.

17 El les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?» 19 «¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!»
Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. 20 Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. 21 Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desdeque sucedieron estas cosas.
22 En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, 23 pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.»

25 Entonces él les dijo: «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! 26 ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?»
27 Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas.
28 Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, 29 pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos.
30 Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. 31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. 32 Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
33 De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo.
34 Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.» 35 Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Reflexión pastoral
Una vez más el Evangelio de la resurrección intenta sugerirnos en que consiste esta experiencia, mediante un relato acerca de dos discípulos de Jesús, que con su decisión de volver de Jerusalén al pueblo de donde salieron, a causa de la desaparición física de quién les había creado la esperanza del Reino de Dios y su justicia, muestran que sus expectativas de revolución mágica por parte de Jesús se esfumaron, y por lo tanto ya nada hay que hacer en ese lugar.
Me parece interesante descubrir la evidencia de que en el grupo de seguidores de Jesús existían distintas concepciones acerca de lo que debía pasar en Jerusalen con la entrada de Jesús, proclamado continuador del rey David, en el Templo. Sostener que estos dos discípulos, que vuelven a lo de siempre, pensaban que Jesús de un modo glorioso o mágico haría la revolución que terminaría con la tiranía del Templo y de Roma, no es descabellado. Esta idea no contemplaba que Jesús era sólo el iniciador del movimiento y menos que ellos a partir de la muerte del Mesías, debían ser los continuadores del fuego encendido.
La actitud de regresar a lo de siempre, dejando a los otros discípulos sin su participación en la construcción de la comunidad pos-pascual, marca que el seguimiento de Jesús que hacían estos era interesado, basado en la misma concepción de aquella multitud espectadora  de los prodigios del profeta,  que cuando este hizo la multiplicación de los peces y los panes a favor de ellos y luego fuera al otro lado del lago, el gentío corrió desaforadamente con la expectativa de nuevas “magias”, a lo que el Maestro replicó en durísimos términos este seguimiento por el espectáculo.
En este relato nuevamente aparece el desagrado jesuánico hacia ese seguimiento irresponsable, en la sentencia disparada a los desertores: “¡Que duros de cabeza y lentos para entender son ustedes!”
De todos modos en el relato se reconoce que Jesús entiende la necesidad de que los discípulos pasen, a modo de su propia resurrección, a la categoría de militantes y para eso, vuelve a acercarse a ellos con las armas capaces de provocar la vida militante: Renovar la idea de que el pueblo de Dios debe encarnar el plan profético como estrategia de construcción de la justicia, entendida como la dignidad de todos y todas como imagen y semejanza del Creador; y también, mediante la fracción del pan, el compromiso solidario de construir la comunidad de iguales que se reúnen en torno a la mesa sin discriminación en donde el poder se pone a disposición de lo débiles.
Desde esta mirada se hace indispensable la reflexión y que esta se convierta en el espíritu vivificador, que resucite la militancia por el Reino de Dios y su justicia en cada uno de nosotros. La promoción de la comprensión cabal de que la justicia es el cimiento de la paz, y que esta justicia hay que construirla en cada generación, es la pastoral que está faltando en la Iglesia, que cada vez más se promociona a sí misma  promoviendo el espectáculo y la fastuosidad, dejando de lado ser una contracultura del sistema en el que prima la imagen por sobre el sentido.
Hay un grito profético que surge del pan partido por Jesús, dirigido a la Iglesia en retroceso. Ojalá sea oído de tal modo que como a los caminantes de Emaús, haga “arder el corazón” como signo de resurrección eclesial, y este fuego nos ponga de pie y en camino del plan eterno de Dios, porque Otro mundo es posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario