martes, 3 de mayo de 2011

Juan 20,19-31 (30/04/11)

Sin mística de la resurrección no hay Otro mundo posible.
Manolo
Juan 20,19-31:

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espiritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Reflexión pastoral

El texto de Juan leído, es una versión de cómo el resucitado Jesús instala en la comunidad desesperada, la mística de la resurrección que lo levantó a él mismo de la muerte.
Yo llamo mística a esa fuerza intangible que se encarna en toda construcción comunitaria de cualquier organización, que tenga que ver con que el mundo viva realmente la justicia, y por ende la paz.
Estoy convencido que Dios resucitó a Jesús porque este creyó que el Reino de los cielos es posible aquí y ahora. Esta mística de resurrección operando en Jesús, es lo que le permitió afrontar la tortura y la muerte sin vacilar, sabiendo que esta no era su final.
Los evangelios nos refieren que hubo un tiempo entre la resurrección de Jesús y su ascensión al cielo, que el resucitado ocupó para trans- mitir esa fuerza a su comunidad de seguidores encerrados entre cuatro paredes, tal como estar en el sepulcro. Es buena la paradoja que de aquí se desprende, ellos los vivos, en realidad están muertos, lloran al crucificado y muerto, que en realidad está vivo.
El texto juanino es un maravilloso relato novelado de cómo la puerta del sepulcro de la comunidad desesperada (muerta), es atravesada por la mística de la resurrección, encarnada en Jesús, para remover esta desesperación que tiene como primera expresión, la huída de Tomás.
La operación resurrección trabajada por la “primicia de los resucita-dos (Jesús)” tiene el propósito de que la comunidad desmembrada por la tragedia, vuelva a la vida. En la primera visita de Jesús la co- munidad tiene el hálito de la vida, pero su plenitud se da cuando To- más vuelve a sentarse a la mesa común, significando esto que comu- nidad plenamente viva es aquella que practica de manera concreta la democracia de todas las voces valorizadas.
Ahora bien, Tomás, si bien su silla no fue ocupada, al volver a sentarse en ella debe dejar que su subjetividad sea dominada por la espiritualidad de la resurrección, que ya es una experiencia de la comunidad insuflada por el Resucitado. No es posible la comunidad de fe (aún las no religiosas), sin que todos sean partícipes de la místi- ca que la gobierna.
Jesús no asciende a los cielos hasta que su comunidad no viva en plenitud esta dinámica básica, que le permita ser referencial y confiable.
¿Que nos interpela esta interpretación del Evangelio y las otras lectu-ras bíblicas que lo acompañan?
Primero, como individuos creyentes en Dios pero independientes de cualquier filiación comunitaria por la razón que fuese, debemos saber que la mística de la resurrección, mediante la que se alcanzan los ideales más altos a los que aspiramos, sólo es posible hacerla propia, sentados a la mesa democrática de aquella comunidad que comulga esos mismos ideales. Como Tomás, muchos creyentes individualmente tienen convicciones de que se necesita una revolución jurídica en el mundo que establezca un contrato social mundial basado en los DDHH de todos y todas los que pisamos este planeta, pero ven esto como utopía irrealizable porque justamente les falta la mística de la resurrección, presente sólo en las comunidades de fe en estos ideales. El gran mensaje de Juan es pues la participa- ción democrática responsable en la comunidad de fe que aspira a Otro mundo posible, ya que allí sopla el Espíritu de Dios la mística de la resurrección, que es el insumo básico para que esta comunidad
(ojalá universal) vea la utopía realizable.
Los creyentes debemos reivindicar con pertenencia responsable a la comunidad, como portadora de la mística para que Otro mundo sea posible.
Amén

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